lunes, 23 de marzo de 2015

Maratón de Buenos Aires - 11 de Octubre 2009 - #2

Este deporte es lo que se llama un Circulo Virtuoso, porque después de la primera experiencia inevitablemente surge la necesidad de repetirla, de sentir el miedo, el dolor de estómago y la carga adrenalínica al máximo de los momentos previos.

Fue por eso que ese mismo año 2009 me inscribí para la Maratón de Buenos Aires, que se correría 7 meses después, en Octubre.
Sin embargo las cosas no partieron tan bien, porque en el mes de Junio de ese año tuve mi primera lesión seria: Fractura de tibia por estrés (sobrecarga) de la pierna izquierda. Sin duda el entusiasmo y las ganas me habían pasado la cuenta.
Como resultado estuve hasta fines de Agosto en recuperación, y en Septiembre comencé con trote suave. Por ello, y a sólo 40 días de la prueba, sabía que la preparación iba a ser nula, y que lo mejor sería ir a Buenos Aires como turista.
Aún así decidí correr la maratón, sin ninguna otra intención que terminarla, aunque con el miedo adicional de no saber cómo iba a reaccionar la lesión a medida que pasaran los kilómetros.

Llegó el gran día y partió la carrera, que luego se transformaría en pesadilla.
En el Kilómetro 5 comenzó una molestia en el talón derecho, que ya en el Km. 8 era un dolor bastante fastidioso.
Paré un momento a acomodarme la zapatilla y mover un poco el pie, creyendo inocentemente que podría calmarse.
En el kilómetro 12 la molestia pasó a dolor definitivo, y la carrera se me comenzó a complicar.
En el kilómetro 15 estaba el desvío para los corredores de 21K, y por un momento pensé en cambiar la ruta y hacer sólo 21 Kilómetros.... pero "algo" lo impidió.

Pasamos por el control de la media maratón y el dolor ya era insoportable. A esas alturas ya había tenido que parar al menos un par de veces a masajear el pie, elongar, o hacer cualquier otra maniobra que milagrosamente pudiera ayudar, y eso que recién había transcurrido la mitad de la prueba!
En ese momento comenzó la carrera eterna: Mucho dolor al apoyar el talón, con un esfuerzo que se hacía cada vez más grande para poder avanzar en cada metro; y de ahí hasta el final fue una pesadilla, con innumerables detenciones, elongaciones, masajes, caminatas, saltos y pequeños trotes hasta que crucé la linea de meta.
¿Porqué no abandoné la carrera?. Porque a eso había ido... a correr una maratón a otro pais. No viajé como turista. No fui a pasear. Fui como corredor y jamás se me pasó por la cabeza retirarme. A lo más pude haber tomado el desvió para hacer sólo 21K, pero una vez que deseché esa opción siempre supe que tenía que terminar.

En la meta no hubo ánimo de fotos ni celebraciones. Casi no sentía el pie y tenía el tobillo hinchado como una pelota, con una gran preocupación por un diagnóstico incierto, así que rápidamente nos fuimos al hotel para tratar de descansar y ver si con el correr de las horas el dolor disminuía.
Al día siguiente no podía apoyar el pie, y el retorno a Chile fue muy difícil al caminar con tanta dificultad.
Diagnóstico: Fractura de hueso calcáneo. 5 meses fuera de las pistas.

Pese a que fue una experiencia casi traumática, con el pasar de los años me he dado cuenta del valor que tiene esta experiencia y de lo importante que este deporte es para mi, porque, como mencioné antes, nunca se me pasó por la meta el abandono.
La satisfacción de cruzar la meta no tiene precio. No importan las condiciones (dentro de un límite, claro) porque los huesos y las lesiones se recuperan, pero la alegría de terminar una maratón dura toda la vida.

"El dolor es temporal, pero el abandonar la carrera va a durar para siempre", fue una frase que conocí tiempo después, pero que refleja totalmente mi filosofía al correr una maratón.



Tiempo: 4 horas, 6 minutos, 8 segundos



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